«y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más?» (Lucas 7:42)
En la casa de Simón el fariseo, una mujer entró mientras Jesús cenaba y empezó a besar sus pies. El fariseo estaba ofendido por lo que le parecía una indiscreción de parte de Jesús al permitir a una mujer actuar así, pero en contestación al pensamiento del corazón del fariseo, Jesús le contó una parábola de dos deudores. El punto principal de la parábola es el siguiente: cuanto más
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conscientes estamos de la gravedad de nuestro pecado, mayor será nuestra gratitud y apreciación del perdón. Simón no se veía como gran pecador y por lo tanto no daba valor al perdón que Jesús le ofrecía. La mujer, en contraste, sabía que sin el perdón no tenía ninguna esperanza. Jesús defendió a esta mujer revelando la gratitud de su corazón por el perdón de sus pecados, demostrando a Simón y todos los presentes que Jesús era en efecto Dios, conociendo el corazón y los pensamientos de todos los que le rodeaban. La gran pregunta que plantea esta parábola para nosotros es si somos conscientes de nuestro pecado, una deuda que jamás podíamos haber pagado. Esta es la pobreza en espíritu que Jesús pronunció bienaventurada. Sólo cuando nos vemos deudores podremos apreciar la enorme misericordia de Dios al enviar a su propio Hijo para saldar nuestra deuda.
Cuando nos damos cuenta de esta realidad, nuestro “culto racional” es, igual que aquella mujer, entregarnos en sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. (David Bell)